VÍA PULCHRITUDINIS
San Juan de Dios
Un regalo donde los buenos y los malos se diluyen porque lo que impera es la realidad, la mágica realidad de lo que de verdad somos
Asalvajarnos
La amabilidad de la JMJ

Esta es la segunda versión de una columna que nació para decir lo malos que son los unos y lo buenos que son los otros. Ese era el germen de algo que se ha visto truncado por algo tan simple como ir a misa un ... domingo por la mañana. Una misa cargada de lo contrario que proclamaban las cenizas de la columna sobre la que nace ésta. Una misa en la iglesia del centro San Juan de Dios en Palencia. Un regalo donde los buenos y los malos se diluyen porque lo que impera es la realidad, la mágica realidad de lo que de verdad somos y que tanto nos empeñamos en ocultar, en acallar porque no comulga con lo moderno, lo reivindicativo, lo ilustrado y hasta lo beatífico de estos tiempos que nos han tocado vivir. Un lugar donde lo que parece mentira es una inquebrantable verdad.
Una misa donde la bendición te la impone un señor que babea mientras te abraza y un chaval roza la genialidad tocando unos timbales que sólo la fantasía te permite imaginar dónde aprendió a tocar así. Una misa que habla idiomas extraños; los de la soledad, la indiferencia…. todos ellos pronunciados por un fraile malgache con un acento capaz de engranar todo en una lengua única que emula una Torre de Babel donde no existe el extranjero. Una homilía que se hace desde abajo hacia arriba, que canta a coro hacia Dios pensando en vivir, haciéndote olvidar los cimientos de esa primigenia columna en la que se alababa a uno para despreciar a otro.
Una misa que es un mundo real, plagado de una minoritaria e indefensa verdad. Un lugar donde si la ropa es de temporada es baladí, donde ni se imagina ser de izquierdas o derechas porque solo preocupa que todos sin excepción tengan su lugar frente al altar por muy deteriorada o truculenta que sea su historia. Un lugar donde caben todos y la mayoría se convierte en invasora. Un lugar donde puedes imaginar a Leopoldo María Panero sin rezar porque allí poco importa que creas o no cuando el ser humano se eleva a un rango cuasidivino capaz de entablar una conversación entre los hombres y el mismísimo Dios. Gracias a todos esos sitios, a todos esos lugares parecidos a San Juan de Dios porque hacen al hombre más hombre y a la humanidad la convierten en algo donde Dios quiere quedarse a vivir.
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